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palomitas de maiz

¿Por qué las palomitas de maíz son el snack más popular del cine?

Las palomitas de maíz son el aperitivo o snack insignia del cine. Aquel que devoramos con completa ansiedad antes de que comience la función. En Venezuela lleva el nombre de cotufas o gallitos. En Argentina le dicen pochoclo. En Chile cabritas. En Perú canchitas. En Ecuador Caugil. En República Dominicana cocateca. Por último, y mi favorita, Poprika en Hungría.

Un delicioso y crujiente manjar que parece no saturar nuestro estómago. Mientas mayor sea la cantidad, mejor. Este snack ha sido combinado con diferentes ingredientes, por ejemplo: con la mantequilla, caramelo, chocolate, queso…

Las palomitas de maíz parecen llevarse bien con todo, es quizás el alimento que nadie puede odiar. Pero, ¿cómo nace esa costumbre de ir al cine y que lo primero que pensemos a la hora de retirar las entradas y entrar a la sala sea el tamaño del combo que compraremos?

Un snack que curiosamente el gremio cinematográfico rechazó en su momento, porque supuestamente estropeaba la experiencia. 132 años después de historia, vaya que han cambiado las cosas.

El origen de las palomitas de maíz

Las palomitas de maíz eran a mediados de los 1800s un alimento que el ciudadano americano promedio consumía durante el desayuno o la cena. Su preparación estaba delimitada a realizarse en las cocinas de sus hogares.

Sin embargo, durante esa época diferentes avances fueron desarrollándose. En 1855, Charles Cretor diseñó, construyó y patentó la primera maquina comercial a vapor para la elaboración de palomitas de maíz. Dicha maquina fue explotada por los vendedores informales dentro como en las afueras de las ferias y circos.

La popularidad del snack creció con la misma velocidad que el maíz. Al tener contacto con el aceite o mantequilla y bajo la intensa presión del fuego, explota y sucumbimos a su embriagador aroma.

La fama de las palomitas del maíz era abrumadora. Tal fue el impacto que relegó a las papitas a un segundo lugar como el snack favorito del norteamericano.

No obstante, dos lugares destinados al entretenimiento del publico no se dejaron seducir por el divertido sonido que hacen las palomitas de maíz al explotar: el cine y el teatro.

El rechazo

El cine, durante sus comienzos, estaba visto como un sitio para el entretenimiento de personas sofisticadas o intelectuales. Las salas de cine estaban decoradas con alfombras rojas y telas que recubrían la pantalla de cine al momento previo de una proyección. Las primeras películas proyectadas eran «mudas», donde se desarrollaban escenas y luego aparecían textos que desarrollaban la historia y diálogos que explicaban el contexto del momento.

De esta manera el cine buscaba convertirse en una alternativa al teatro, pero atrayendo a un mismo perfil de personas: un público refinado y con un gusto o capacidad intelectual capaz de apreciar el contenido cinematográfico.

Por ende, en vista de que el teatro rechazaba en su totalidad la entrada al aposento con un snack de contenido «vulgar», porque el sonar de la palomita de maíz, ese sonido del crunch que realizamos al consumirla, interrumpía a los actores y cortaba el silencio absoluto que se debía establecer dentro de la sala.

De esta manera, el cine optó por usar la misma excusa para no arruinar la experiencia del publico general al convertir la sala en un orquesta sinfónica de personas masticando ese delicioso maíz.

Sin embargo, con el pasar de los años y con la llegada de la gran depresión, ese catastrófico periodo económico en los Estados Unidos, la industria del cine tuvo que cambiar de parecer.

Bienvenidas sean las palomitas de maíz

Antes del inicio de la gran depresión, la industria del cine entendería que debía «abrirse» a un mercado mucho más globalizado y eliminar esas etiquetas clasistas al delimitar el contenido de sus funciones solo para gente sofisticada y culta. No obstante, la prohibición en el consumo de snacks dentro de la sala seguía vigente.

Ya para el 1927, el cine era algo que el ciudadano promedio estadounidense podía costearse. Una actividad común al alcance de cualquiera. Sin embargo, ante tal descalabro económico, las palomitas de maíz resultaban más costosas.

Con apertura hacia un publico general, las salas de cine comenzaron a abarrotarse porque el costo de la entrada era asequible y permitía a la gente olvidarse de las terribles noticias, así como de las realidades económicas, por unos instantes.

Los vendedores informales vieron una oportunidad y colocaron sus máquinas para la elaboración de palomitas de maíz en las afueras del cine. Sin embargo, los «vigilantes» a las entradas de las salas, prohibían su consumo. En vista de ello, la gente comenzó a esconder su compra en los bolsillos de sus abrigos o de los pantalones, lo que promovía una revisión antes de entrar a la sala.

El público había creado un hábito que se perpetuaría hasta la actualidad: entrar a la sala de cine con palomitas de maíz, algún refresco o soda, acompañado de un caramelo o chocolate.

Por consiguiente, los dueños de las salas de cine entendería que no podían luchar ante el gusto y demanda popular permitiendo a finales los 1930, la entrada a las salas con algún snack y bebida.

Sin embargo, el mercado de las palomitas de maíz seguía perteneciendo a los vendedores informales porque en el lobby carecían de la ventilación adecuada. Es por ello que los dueños de los cines permitirían vender la palomita de maíz a las afueras de sus locales, a cambio de una cuota diaria de venta. Los empresarios informales aceptaron y con ello nació un negocio redondo que aumentaría las ganancias de los dueños.

Como curiosidad, en 1945 la comunión entre la palomita de maíz y el cine era absoluta, más de la mitad del consumo del snack se desarrollaba dentro de las salas de cine.

En la actualidad

Luego de un viaje retrospectivo sobre la historia e influencia de la palomita de maíz en la industria del cine, es increíble cómo durante sus comienzos este maravilloso snack fue rechazado por una industria que luego sería su aliado definitivo. Elaborando distintas modalidades de combos y promociones para el gusto particular del cliente.

Un snack que sufrió una evolución en su elaboración y ahora es vendido en empaques para microondas en todo los rincones del mundo.

Me despido, porque ya el sonido de la alarma del microondas y el inconfundible aroma de las palomitas de maíz de mantequilla me llaman.

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